El gran reto que debe “echarse al hombro” el próximo presidente

El gran reto que debe “echarse al hombro” el próximo presidente

Colombia no la tiene fácil en cuanto a perspectivas energéticas

Esta edición de ME 155 nos ha permitido, a través de investigaciones y entrevistas, recopilar información y argumentos para vislumbrar el panorama energético que le espera particularmente a Colombia en 2026.

Hemos tenido oportunidad de consultar diversas fuentes de información, voces autorizadas y ampliamente conocedoras de la realidad actual del sector y de su evolución en las últimas décadas. Recurrimos a fuentes, tanto del gobierno como gremiales, empresariales, profesionales, consultores y aspirantes presidenciales que han seguido durante años la evolución del sector energético del país. Estas consultas, plasmadas tanto en entrevistas, reportajes, como en extractos de foros, congresos y seminarios, facilitan concluir que Colombia, no la tiene fácil para el año que viene en cuanto a perspectivas energéticas en el corto, mediano y largo plazo.

Prácticamente todas las fuentes y voces consultadas reiteran que, desde la década del 90, cuando el país vivió el apagón que partió en dos la historia energética de la Nación, marcada por la ´hora Gaviria´, la crisis y el posterior replanteamiento que llevó a una reestructuración total, Colombia gozó hasta el 6 de agosto de 2022 de una gran bonanza, crecimiento y expansión; logró posicionarse como un país referente para Latinoamérica y el mundo, por el acertado manejo de los recursos energéticos, dentro un robusto marco regulatorio y una sólida institucionalidad.

A partir de las leyes 142 y 143 de 1994 y todo lo que conllevó el renacer energético, dio frutos durante 28 años que dejaron grandes experiencias: se atrajo la inversión de importantes compañías, tanto nacionales como foráneas, se materializaron importantes proyectos y se dio apertura a la diversificación de la matriz energética con el componente de las fuentes renovables, todo esto dentro del contexto de una transición energética que, en verdad se veía prometedora.

Sin embargo, a partir del 7 de agosto de 2022, “tanta belleza” empezó a venirse a pique, con las tajantes e improvisadas medidas del gobierno de Gustavo Petro. Se han cumplido tres años donde han desfilado tres ministros de Minas y Energía que le han cerrado la puerta en la cara a las oportunidades de exploración y explotación de nuevos recursos de petróleo y gas.

Pasamos de ser, una potencia productora a un país importador, dependiente del gas que nos puedan vender otras naciones al precio que fijen, sin derecho a revirar. Perdimos nuestra autosuficiencia energética y al mismo tiempo, las jugosas regalías que permitían construir escuelas, invertir en salud, vías, etc. En medio de decretos y terquedades lideradas por el propio mandatario, renunciamos a la robustez de una CREG que era “de mostrar” y se convirtió en un “ente de papel”, donde el común denominador han sido los comisionados maniatados para tomar decisiones pues, en su mayoría no han sido nombrados en propiedad.

A lo anterior hay que sumarle: las altas deudas por concepto de subsidios que hoy tiene en vilo a las distribuidoras del país, la intervención de AIR-E, las crecientes tarifas de energía y de gas que han impactado a todos los usuarios del territorio nacional, los anuncios de la venta de los activos de Ecopetrol que llevarían a marchitar la empresa más jugosa de Colombia, el retraso en los proyectos de generación definidos en las recientes subastas, y el riesgo de un racionamiento para los próximos años, ante la incapacidad de una oferta para atender la creciente demanda; esto, solo por listar algunos de los innumerables “bemoles” que caracterizan la actual coyuntura.

Para no extendernos tanto y dejar que los lectores hagan sus propios raciocinios de lo que nos deja esta edición, desde Mundo Eléctrico la reflexión es la siguiente: la sonada “transición energética” que ahora más bien debía llamarse dominancia o adición energética, se puede retomar en Colombia por el sendero correcto con el que se venía manejando hasta el 6 de agosto de 2022, para que pueda prosperar; se puede llevar a cabo de forma exitosa, siempre y cuando se haga gradualmente. Para financiarla, sí o sí, se deben aprovechar los recursos provenientes de las fuentes convencionales de energía, permitiendo el uso responsable de las riquezas de petróleo, gas, carbón y de tecnologías como el fracking, aprovechando todo esto, siempre dentro de la reglamentación que respeta los derechos de las comunidades y el medio ambiente, con la garantía de la independencia institucional, pero al mismo tiempo, de un trabajo mancomunado de todos los eslabones del sector.

Solo así será posible que Colombia recupere su autosuficiencia energética, que vuelva a ser un país ejemplar en estos temas y que camine rápida y efectivamente a la anhelada carbono neutralidad. Esta es, nada más y nada menos la gran tarea que debe “echarse al hombro” el próximo presidente, a partir del 7 de agosto de 2026 y quien llegue a comandar la cartera de Minas y Energía, un gran reto que, según como se asuma, marcará la victoria o derrota de nuestra amada Patria.

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