Colombia acelera su futuro eléctrico, el motor del cambio que redefinirá su movilidad

Por: Jorge Hernando Pedraza Gutiérrez Presidente – Cámara Colombiana de la Energía

La historia energética de un país se escribe en momentos decisivos, y Colombia atraviesa uno de ellos. Hoy, la electromovilidad no es únicamente un avance tecnológico, es la puerta de entrada a un nuevo modelo de nación. Un modelo que integra nuestras redes eléctricas con plataformas digitales avanzadas, que combina ingeniería, datos y sostenibilidad, y que, sobre todo, reconoce que el desarrollo energético solo tiene sentido cuando mejora la vida de las personas.

Como Presidente de la Cámara Colombiana de la Energía, estoy convencido de que la movilidad eléctrica es mucho más que la evolución del transporte, es una transformación estructural del sistema energético colombiano, una transición que une ciencia, tecnología, industria y humanidad, en un mismo propósito.

Este cambio ya se refleja en el comportamiento del mercado. Entre enero y octubre de 2025, Colombia matriculó 14.456 vehículos eléctricos nuevos, un crecimiento cercano al 155 % frente al mismo periodo del año anterior. Solo en octubre se registraron 2.090 unidades, lo que representa un incremento del 93,7 % respecto al mismo mes de 2024. Estas cifras evidencian una demanda creciente, una confianza consolidada y un consumidor que ha entendido el valor operativo, ambiental y económico de la movilidad eléctrica. Frente a América Latina, cuyo crecimiento acumulado ronda el 187 %, Colombia se consolida como uno de los mercados más dinámicos de la región.

Sin embargo, la transición no depende únicamente de la adquisición de vehículos. Su sostenibilidad descansa en la capacidad de desplegar una infraestructura de recarga robusta, inteligente y confiable. Para 2030, el país necesitará más de 19.000 puntos de carga pública, lo que implica instalar y operar equipos de alta potencia en estaciones de servicio, centros comerciales, parqueaderos, corredores intermunicipales y espacios estratégicos. Cada punto requiere redes reforzadas, transformadores adecuados, sistemas digitales de monitoreo, mantenimiento especializado y protocolos de interoperabilidad. Lo que está en marcha no es un conjunto aislado de cargadores, es la construcción de una red energética moderna que dialoga directamente con la operación del sistema eléctrico nacional.

El marco regulatorio, si bien ha avanzado, requiere consolidación y visión de largo plazo. La Ley 1964 de 2019 abrió la ruta, la Estrategia Nacional de Movilidad Eléctrica trazó lineamientos técnicos, y la Ley 2486 de 2025 amplió el alcance hacia la micromovilidad. Pero el país debe avanzar hacia reglas más robustas en interoperabilidad, tarifas variables por horario, calidad del servicio, certificación técnica de talleres y mecanismos que integren la demanda de carga dentro de la planeación del sistema eléctrico. La movilidad eléctrica del futuro demanda un marco regulatorio del futuro.

En el territorio, los avances ya son visibles. Bogotá consolidó la flota de buses eléctricos más grande de la región; Medellín impulsa zonas urbanas con exigencias ambientales; Barranquilla, Bucaramanga y otras ciudades intermedias avanzan en pilotos de infraestructura inteligente; y diversos departamentos comienzan a incorporar estrategias de movilidad sostenible en sus planes de desarrollo. Estas iniciativas demuestran que el país tiene capacidad técnica, talento humano y visión regional para liderar esta transformación.

No obstante, la transición energética no es solo técnica, es profundamente humana. Requiere talento preparado en múltiples disciplinas, desde quienes operan y mantienen las redes hasta quienes diseñan, gestionan, investigan y comunican esta transformación. Demanda también empresas innovadoras, instituciones públicas con capacidad de anticipación y ciudadanos dispuestos a adoptar nuevas prácticas de movilidad. La electromovilidad, más que una tendencia tecnológica, es un cambio cultural que redefine nuestra relación con la energía, con la tecnología y con la ciudad contemporánea.

La transición no es una promesa futura, es una realidad en movimiento. Nos corresponde conducirla con claridad, con decisión y con la certeza de que la energía, aplicada con inteligencia y sentido humano, puede redefinir el futuro de una nación.

Por: Jorge Hernando Pedraza Gutiérrez
Presidente – Cámara Colombiana de la Energía

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