Contrario al viejo adagio que reza "al bagazo poco caso", quizás desde hace un par de décadas, esta dejo de ser la premisa y el bagazo pasó a convertirse en una fuente inagotable de energía, que cualquiera sea el calificativo con el que se defina, biomasa, combustible de origen agrícola, etc., tiene una denominación de alcance universal, cual es la de ser una fuente no convencional de energía renovable a la que hoy afortunadamente le son aplicables, tanto los beneficios tributarios de la eficiencia energética, en el Estatuto Tributario, como los de la ley 1715 de 2014.
Este "bagazo" que, otrora constituía un desecho para las fábricas azucareras, se ha convertido en uno de los más valiosos insumos energéticos de esta industria en el país, además porque el ciclo térmico dentro del cual se da su aprovechamiento, - la cogeneración - es tecnológicamente uno de los más eficientes desde el punto de vista termodinámico, con rendimientos por encima de los ciclos rankine de vapor, los ciclos simples o abiertos de generación con gas o líquidos, o los ciclos combinados para producción de energía.
La cogeneración está definida como la producción simultánea de energía eléctrica y calor de proceso, ver figura 1. A este mayor aprovechamiento de las fuentes primarias de energía, hay que sumar el beneficio en términos de la reducción de CO2, y NOx, dada su naturaleza de origen vegetal. La cogeneración, a partir del bagazo de caña, (6 millones de toneladas al año, en función de la molienda) además de las virtudes derivadas de su explotación en procesos de eficiencia energética, cuenta en Colombia con una producción sin zafra, es decir prácticamente durante los 12 meses del año, resultando una fuente de energía alternativa no convencional, compatible con los mecanismos de desarrollo limpio y los compromisos de reducción de emisiones de gases efecto invernadero del COP21, de París.
En los últimos 10 años la industria azucarera ha duplicado su capacidad de generación instalada, pasando de 174 MW en 2010, a 346 MW, proyectada a 2020 y ha multiplicado por 4 sus excedentes de energía a la red del SIN, pasando de 46 MW, en 2010 a 171 MW, proyectado a 2020; no obstante, la energía proveniente de los excedentes de los ingenios azucareros, aun representa tan solo el 1,3%, en el mejor de los casos, del total de la demanda de energía nacional. Ver figura 2.
Este desarrollo técnico y tecnológico le permite hoy a esta industria de la caña de azúcar, aportar cerca del 38% de la producción agroindustrial del país, la producción en sus destilerías de más de 430 millones de litros de etanol al año y aportarle al sistema una generación anual del orden de los 1.365 GWh, energía suficiente para atender la demanda de una ciudad como Cartagena.
Lógicamente este desarrollo se ha dado dentro de algunas barreras y restricciones, unas mentales o paradigmáticas, otras reales atribuibles al mercado y a la regulación, las que al final no han constituido freno para el buen nivel de desempeño energético que ha alcanzado esta industria, desarrollo acompañado de una considerable inversión que se acerca a la no despreciable suma de 250 millones de dólares en los últimos diez años; inversiones que lógicamente han traído beneficios y avances en lo social (generación de empleo), en lo ambiental, (reducción de emisiones de CO2, NOx, transferencias de ley 99/93) y en lo económico (ingresos además de la producción del azúcar y el etanol, por la generación de energía), es decir beneficios en todos los pilares de la sostenibilidad.
La existencia de más de 240 mil hectáreas de caña de azúcar, con una historia de cultivó de más de 50 años no ha sido reconocida, al menos desde la regulación, como alternativa de generación que le provee firmeza y complementariedad a la matriz energética nacional con la generación de excedentes de energía al sistema eléctrico. Primero porque se le exige, como a ninguna otra actividad de generación en el país, el cumplimento de un indicador de eficiencia (Rendimiento Eléctrico Equivalente -REE-) para poder colocar los excedentes mediante contratos al mercado eléctrico y segundo, porque se le impide la posibilidad de participar en las subastas del Cargo por Confiabilidad, oportunidad que hoy podrían tener los ingenios con sus proyectos de expansión en las subastas de ENFICC para las FERNC.
Desde las distintas condiciones de operación de las fábricas, es fácil pasar de la categoría de cogenerador, a convertirse en usuario no regulado, o de autogenerador, a generador embebido en el sistema eléctrico (condición en la que el cogenerador pasa de generar la energía de su consumo propio y produce excedentes para su entrega a la red). Estas múltiples condiciones, exponen al cogenerador al acatamiento de tanta regulación que exista, para cuánta actividad desempeñan dentro del SIN.
En su condición de UNR, debe asumir costos regulados como la capacidad de respaldo, la energía de respaldo, el cargo de conexión, cargos por alumbrado público sin limitación alguna, los cobros propios de la energía activa y reactiva, entre otros. A pesar de actuar como generador en la red, cumpliendo la importante labor de estabilizar los niveles de tensión en los nodos a los cuales se está conectado mediante flujos de energía reactiva, la regulación actual deja en entredicho el cobro de dichos flujos de energía y sus respectivas penalizaciones. El cogenerador debe estar habilitado para cumplir toda la regulación aplicable a cada uno de los roles que desempeña en cada momento de su actividad. Adicionarle nuevas exigencias regulatorias e impositivas, sería poner en riesgo una industria que durante muchos años le ha proporcionado al país y a la región grandes aportes; no solo en la producción del azúcar y etanol (alcohol carburante que hoy se mezcla a la gasolina en una proporción del 10% y que reduce hasta en un 74%, las emisiones de CO2), sino en la generación de un considerable número de empleos formales, directos e indirectos, la demanda de una gran cantidad bienes y servicios en la región que, de la mano de las corporaciones autónomas regionales, el SENA, el ICBF, las cajas de compensación y los municipios del área de influencia, conllevan múltiples beneficios sociales y económicos para sus proveedores, sus empleados y todas las comunidades.
Más firme que la energía del viento, que la radiación del sol, que el agua de los ríos y hasta menos gaseosa que el gas natural, es la energía producida por el bagazo de caña, que adicionalmente le agrega valor al sistema eléctrico, por ser complementaria de la generación hidráulica del país, debido a que en las épocas de verano, es cuando mayor explotación se hace de las cosechas y moliendas de caña en esta industria, aportándole al sistema la mayor firmeza disponible.
Hace falta entonces, por parte de las autoridades de la política sectorial y de la regulación, una revisión juiciosa a los elementos y barreras que hoy enfrenta esta industria, que le impiden un mayor crecimiento y desarrollo de una fuente de energía limpia y natural, que hoy se explota eficientemente, que además le aporta firmeza a la matriz energética, aún cuando en niveles muy bajos de participación, frente a lo que podría ser deseable.