Cuando China decidió cubrir amplias extensiones del desierto de Talatan, en la provincia de Qinghai, con paneles solares, el objetivo era claro: generar energía limpia para alimentar ciudades y reducir su huella de carbono. Pero el resultado fue sorprendente: la instalación también transformó el entorno donde se asienta, dando lugar a un inesperado renacer ambiental.
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